Un día antes de tus elecciones
Jorge, te escribo esta carta con la idea de llevar un texto a tu casa, etHALL, en tanto que “otra cosa más”. La carta es un objeto de belleza transitiva, algunas veces. También, la forma más honesta de reconocer los tiempos de nuestras entregas a los buzones postales.
Exposiciones en casas, hablo del 93 al 97, me acoto ahí.
Recuerdo el espacio de Nacho, nombrado La Garita, tu casa en Gracia, la casa de Mirko y Mabel, al lado de correos y las tres propuestas Se Alquila de Luisa Ortínez. En ese ejercicio de habitar las casas como si fueran almacenes de objetos, lanzamos buenas fiestas, sin prepotencia, sin aspiraciones de permanencia. Ese tiempo lo viví como un ejercicio des-patrimonial, suave.
Pero antes, curaste una muestra de dibujo, o de dibujo y fotografía con trabajos de Juan Muñoz, Eulalia Valldosera, deberías ayudarme a completar…
Era ya una declaración de lo que te afectaba (por afecto, no por afección). En esos dibujos y fotografías, sucedían cosas, eran elecciones en una extraña simultaneidad, de la misma manera que, en los últimos años en etHALL, tu casa, sigo sin verla como la galería, con June, Lucia, Martín, Marc, con todos nosotros, has editado la misma idea: un paralaje de elecciones.
Al lanzarte la pregunta, ¿Qué condiciona tus ficciones? Me respondes “La elección de los objetos”. Me preguntaste hace unas semanas por dónde estaban dos de mis trabajos de tu afecto. Son trabajos en los que me ensimismé/intimidé mucho, observando una bolsa de aspirador como patrón (de cartón) de la escultura y un latido, entre camiseta y madera, que llamé común, en 1994.
Lo que sucedía entonces, era que trabajábamos (todavía lo hacemos) apasionadamente con la ambigüedad positiva. El autoritarismo odia la ambigüedad.
Los talleres de Arteleku y la Quam, donde nos conocimos tantos de nosotros, comenzaron el año de la caída del muro de Berlín. Es en 1997 cuando saco mi primera dirección de correo electrónico en un café internet, en el Lower East Side, gracias a una beca de la Gene.
Me has hecho recordar un momento irrepetible. Un intersticio hábitat, entre una olimpiada y una dirección de correo electrónico.
Años después, he visto como muchas veces se rotulaban o subtitulaban experiencias vividas en esas casas de los 90s. Aquí van dos al respecto, de tantos:
Sylvère Lotringer: “el arte finalmente ha cumplido el programa de Dada "con venganza", incorporando el arte a la vida".
Joshua Simon: Metaestabilidad y exposiciones como cosmogramas: “Es el formato de exposición, como la exhibición narrativa de artefactos y el contrato institucional de lo que se llama arte, lo que nos permite ver estos productos como realmente son.”
En nuestras actividades de los 90s, en ese ámbito, se mezclaba el “dejar de hacer” con las cosas mismas. ¿La productividad es resultado del resentimiento, básicamente porque un producto siempre es una actividad extractiva? Ya no se trata de un dolor de mercancía, sino de una emancipación. Manel Clot decía “I que no sigui a contracor, sinó com volgudament”.
En el taller de Mar Villaespesa en la Quam, coincidimos Carles Congost, Joana Cera, Cabello Carceller y decidimos invitar a Ramón Colomina para que se hiciera pasar por un comisario recién llegado de Köln, le suministramos un montón de textos herméticos de los 80s, que me parecían sustratos de una introversión fatalista agotadora. Ramón estuvo precioso, tan lleno de matices, pese a los textos que le ofrecimos, consiguió un personaje misterioso.
Ese ejercicio, por nuestra parte nada brillante, creo que cuenta muy bien el estado de ánimo critico de ese momento, de intersticio. Era un tiempo de risa sin crueldad. Que transportaba una fragilidad, de la que no parecíamos asustarnos. No sé, Jorge, dime si exagero.
Isabelle Graw, una crítica que sigo desde principios de los 90s ha escrito un libro lleno de sentido sobre la amistad instrumental en arte, On the Benefits of Friendship.
Graw, presenta la institución arte como la forma radicalizada de una sociedad neoliberal. Las amistades allí son comunidades de apoyo: se ayudan mutuamente en su carrera, pero estas relaciones siempre se ven eclipsadas por pensamientos competitivos.
En los 90s no teníamos dedo pulgar like. Vivir sin redes sociales nos hacía parecer menos banales. Esta muestra que nos regalas en tu casa de Hospitalet, reúne tantas condiciones y recuerdos emocionantes, que casi no puedo terminar esta carta.
Hoy me ha pasado una “cosa del presente” que quiero contarte.
Para encontrar un término que nombrara como te mueves, y que viniera de los 90s, pensé en la idea de Paralax de Kojin Karatani, un pensador que sigo hace tanto tiempo: en el universo globalizado la fidelidad a las visiones de paralaje, a los antagonismos no resueltos, es la única manera de abordar la totalidad de nuestra experiencia.
Me he ido a noticias de Karatani y he sabido que ha ganado algo así como un premio nobel de la filosofía, que da Berggruen. El presidente de esa fundación, compró el café Babette en Berlín, mi lugar favorito al principio de la tarde, en Karl-Marx-Allee. Un lugar de la Bauhaus de la DDR, de cristal, precioso, donde durante una década se hicieron muchas exposiciones, una casa acristalada para arte y bebidas. Y Babette tuvo que cerrar y trasladarse a Neukoln, a una antigua cervecería, ahora centro de arte, Kindl. Se perdió la casa agraciada, de la avenida.
Y algo más, para terminar esta carta, que voy a imprimir, tengo el sello ya; sintiendo tanto no acompañaros mañana: el recuerdo de Rosa Queralt, criticando nuestro “buen gusto” con muchas anécdotas llenas de encanto.
Javier Peñafiel, Mallorca, 2023.
Jorge, te escribo esta carta con la idea de llevar un texto a tu casa, etHALL, en tanto que “otra cosa más”. La carta es un objeto de belleza transitiva, algunas veces. También, la forma más honesta de reconocer los tiempos de nuestras entregas a los buzones postales.
Exposiciones en casas, hablo del 93 al 97, me acoto ahí.
Recuerdo el espacio de Nacho, nombrado La Garita, tu casa en Gracia, la casa de Mirko y Mabel, al lado de correos y las tres propuestas Se Alquila de Luisa Ortínez. En ese ejercicio de habitar las casas como si fueran almacenes de objetos, lanzamos buenas fiestas, sin prepotencia, sin aspiraciones de permanencia. Ese tiempo lo viví como un ejercicio des-patrimonial, suave.
Pero antes, curaste una muestra de dibujo, o de dibujo y fotografía con trabajos de Juan Muñoz, Eulalia Valldosera, deberías ayudarme a completar…
Era ya una declaración de lo que te afectaba (por afecto, no por afección). En esos dibujos y fotografías, sucedían cosas, eran elecciones en una extraña simultaneidad, de la misma manera que, en los últimos años en etHALL, tu casa, sigo sin verla como la galería, con June, Lucia, Martín, Marc, con todos nosotros, has editado la misma idea: un paralaje de elecciones.
Al lanzarte la pregunta, ¿Qué condiciona tus ficciones? Me respondes “La elección de los objetos”. Me preguntaste hace unas semanas por dónde estaban dos de mis trabajos de tu afecto. Son trabajos en los que me ensimismé/intimidé mucho, observando una bolsa de aspirador como patrón (de cartón) de la escultura y un latido, entre camiseta y madera, que llamé común, en 1994.
Lo que sucedía entonces, era que trabajábamos (todavía lo hacemos) apasionadamente con la ambigüedad positiva. El autoritarismo odia la ambigüedad.
Los talleres de Arteleku y la Quam, donde nos conocimos tantos de nosotros, comenzaron el año de la caída del muro de Berlín. Es en 1997 cuando saco mi primera dirección de correo electrónico en un café internet, en el Lower East Side, gracias a una beca de la Gene.
Me has hecho recordar un momento irrepetible. Un intersticio hábitat, entre una olimpiada y una dirección de correo electrónico.
Años después, he visto como muchas veces se rotulaban o subtitulaban experiencias vividas en esas casas de los 90s. Aquí van dos al respecto, de tantos:
Sylvère Lotringer: “el arte finalmente ha cumplido el programa de Dada "con venganza", incorporando el arte a la vida".
Joshua Simon: Metaestabilidad y exposiciones como cosmogramas: “Es el formato de exposición, como la exhibición narrativa de artefactos y el contrato institucional de lo que se llama arte, lo que nos permite ver estos productos como realmente son.”
En nuestras actividades de los 90s, en ese ámbito, se mezclaba el “dejar de hacer” con las cosas mismas. ¿La productividad es resultado del resentimiento, básicamente porque un producto siempre es una actividad extractiva? Ya no se trata de un dolor de mercancía, sino de una emancipación. Manel Clot decía “I que no sigui a contracor, sinó com volgudament”.
En el taller de Mar Villaespesa en la Quam, coincidimos Carles Congost, Joana Cera, Cabello Carceller y decidimos invitar a Ramón Colomina para que se hiciera pasar por un comisario recién llegado de Köln, le suministramos un montón de textos herméticos de los 80s, que me parecían sustratos de una introversión fatalista agotadora. Ramón estuvo precioso, tan lleno de matices, pese a los textos que le ofrecimos, consiguió un personaje misterioso.
Ese ejercicio, por nuestra parte nada brillante, creo que cuenta muy bien el estado de ánimo critico de ese momento, de intersticio. Era un tiempo de risa sin crueldad. Que transportaba una fragilidad, de la que no parecíamos asustarnos. No sé, Jorge, dime si exagero.
Isabelle Graw, una crítica que sigo desde principios de los 90s ha escrito un libro lleno de sentido sobre la amistad instrumental en arte, On the Benefits of Friendship.
Graw, presenta la institución arte como la forma radicalizada de una sociedad neoliberal. Las amistades allí son comunidades de apoyo: se ayudan mutuamente en su carrera, pero estas relaciones siempre se ven eclipsadas por pensamientos competitivos.
En los 90s no teníamos dedo pulgar like. Vivir sin redes sociales nos hacía parecer menos banales. Esta muestra que nos regalas en tu casa de Hospitalet, reúne tantas condiciones y recuerdos emocionantes, que casi no puedo terminar esta carta.
Hoy me ha pasado una “cosa del presente” que quiero contarte.
Para encontrar un término que nombrara como te mueves, y que viniera de los 90s, pensé en la idea de Paralax de Kojin Karatani, un pensador que sigo hace tanto tiempo: en el universo globalizado la fidelidad a las visiones de paralaje, a los antagonismos no resueltos, es la única manera de abordar la totalidad de nuestra experiencia.
Me he ido a noticias de Karatani y he sabido que ha ganado algo así como un premio nobel de la filosofía, que da Berggruen. El presidente de esa fundación, compró el café Babette en Berlín, mi lugar favorito al principio de la tarde, en Karl-Marx-Allee. Un lugar de la Bauhaus de la DDR, de cristal, precioso, donde durante una década se hicieron muchas exposiciones, una casa acristalada para arte y bebidas. Y Babette tuvo que cerrar y trasladarse a Neukoln, a una antigua cervecería, ahora centro de arte, Kindl. Se perdió la casa agraciada, de la avenida.
Y algo más, para terminar esta carta, que voy a imprimir, tengo el sello ya; sintiendo tanto no acompañaros mañana: el recuerdo de Rosa Queralt, criticando nuestro “buen gusto” con muchas anécdotas llenas de encanto.
Javier Peñafiel, Mallorca, 2023.