¡Amigos para siempre!
Muchos asociamos esa canción con la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona; sin embargo, el himno de Los Manolos puso punto y final a los Juegos Paralímpicos. La memoria falla a veces y reconstruye la historia como le conviene.
La elección de las cosas se enmarca en los actos revisionistas sobre los noventas que emergen en la última década. Trabajos de escritura (Manifiestos sobre el arte y la red. 1990-1999; La collita i el viatge: art emergent), talleres (La dècada de 1990: Rewind & Forward, MACBA) y exposiciones (Acción. Una historia provisional de los 90, MACBA; Los nuevos 90, Museo de San Telmo) que historizan un período que arranca con la profunda recesión, que sigue a los fastos del 92, y se cierra con la incipiente euforia del ladrillo, en la que participa el Estado a través de las numerosas infraestructuras museísticas que edifica (MNCARS, CCCB, EACC, etc.). El motivo de tal interés en ese período, tal vez sea extraer paralelismos entre aquella crisis, derivada del aumento del precio del petróleo por la guerra del Golfo, que instaló unas tasas de desempleo galopantes, y la provocada por la burbuja inmobiliaria del 2008, que volvió a dar paso a un desorbitante aumento del paro. En cualquier caso, para las baby boomers hijas de proletariado, migrante y autóctono, que accedimos a la educación superior, lo de estudiar arte y empeñarse, además, en practicarlo era un desafío a nuestro destino de clase. Nos afixiaba la precariedad que imponían las primeras ETT y el trabajo en la fábrica, nos agobiada y aterraba, a partes iguales, el modelo de familia cisgénero del que veníamos y al que parecíamos destinadas y abominábamos de las expresiones culturales chatas y romas del entorno próximo: las sevillanas, los culebrones, radioteletaxi, etc. Así, mientras nuestras hermanas y amigas buscaban cierto acomodo, nosotras nos empeñábamos, ingenuamente, en destejer nuestro sino, en hacer arte pese a nuestra condición modesta y contra la opinión de nuestro contexto; con el miedo en el cuerpo, sí, y una cultura material precaria que daba lugar a unas producciones pobres.
Barcelona poseía un ecosistema artístico propio en el que confluían una red de espacios institucionales dedicados al arte emergente, La sala Montcada de la Fundació La Caixa, l'Artesà de Gràcia, La Capella, Metrònom o Espai 13, y que se ampliaba en el área metropolitana con la Sala d'Exposicions de l'Ajuntament de Mataró, Tecla Sala (L'Hospitalet) y la Universitat Autònoma de Barcelona y en el territorio autonómico con las programaciones de les Hacs de Vic, el Cercle de Lectura de Reus, o las que surgían de Bienales como las de Amposta o Valls, por poner algunos ejemplos.
Las galerías de arte contemporáneo como Antonio de Barnola, Antoni Estrany, Angels de la Mota, Carles Poy, Joan Prats y Toni Tàpies abanderaban programas postconceptuales; la pintura y las influencias neoexpresionistas se habían aparcado como práctica y predominaban la fotografía, la escultura, el objeto, con un acercamiento fenomenológico, en el que el cuerpo, la identidad y su negativo se hacían presente.
La crítica del arte, erudita e influyente, con referentes como Manel Clot, Jose Luis Brea, Glòria Picazo, Rosa Martínez, Fede Montornés, Jorge Luís Marzo, Tere Badía o Luis Francisco Pérez marcarán el giro curatorial en la ciudad. En ese momento se programan, también, los primeros cursos de comisariado en Barcelona.
Las carencias de una Facultat de Bellas Artes hiperpoblada, desconectada de la realidad, se suplían con programas de formación externos como la QUAM, Arteleku o el Círculo de Bellas Artes, que ofrecían puntos de encuentro reales y ayudaban a construir escena. En el contexto barcelonés, la Quinzena d'Art de Montesquiu constituyó el principal punto de atracción para muchos de los artistas que luego se instalarían en Barcelona.
Si bien la ciudad había iniciado por entonces un proceso de no retorno en el acceso a la vivienda, todavía existía la posibilidad de emanciparse con muy poco e incluso de vivir en barrios que hoy son carne de turismo. Muchas de nosotras residiamos en las mismas zonas, nos rozábamos en bares como el Kentucky e incluso éramos convivientes. Algunos domicilios, como el de Esther Ibarrola y Oriol Font, se convirtieron en lugares de encuentro; otros, como el de Nacho Hernando o el de Jorge Bravo, en sitios en los que exponer. Los intercambios y las confluencias se daban igualmente en torno a iniciativas como Se alquila o a espacios como Metrònom. Así, de manera orgánica, sin programa artístico y muy marcada por los afectos surgió una cierta escena, que para nosotras, recién licenciadas, se sitúa en el último quinquenio de los noventa. Ese colectivo difuso, basado en prácticas de apoyo mutuo, se disgregará con el cambio de milenio entonando ¡amigos para siempre!
Diana Rovira, Lluís Hortalà, Jaume Parera, Carles Congost, Alberto Peral, Esther Partegàs, Javier Peñafiel, Raimon Julibert, Joan Morey, Manuel Olveira, Oriol Font, Mireya Massó, Esther Ibarrola, Akané, Ana Laura Aláez, Pipo MacTisell, Doménec, Xavier Arenós, Tere Recarens, Josep Maria Martín, Juande Jarillo, Núria Canal, Carmen Hernández Catalán, Cabello / Carceller, Luís Macias, Jesús Palomino, Joana Cera, Guillermo Zuaznabar, Gustavo Marrone, Manuel Saiz, Richard Radzinsky, David Falkner, Martí Anson, Javier Pérez, Daniel Chust Peters, Antonio Ortega, José Sáez, Sergio Prego, Xavier Mallofret, Juan Carlos Robles, Pol Ekaitz, Itziar Okariz, Job Ramos, Servand Solanilla, Daniel Riera, Mar Morón, Creatures, Ignacio Hernando, Luis Bisbe...
Julia Montilla y Francesc Ruiz. Barcelona, Marzo 2023
Muchos asociamos esa canción con la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona; sin embargo, el himno de Los Manolos puso punto y final a los Juegos Paralímpicos. La memoria falla a veces y reconstruye la historia como le conviene.
La elección de las cosas se enmarca en los actos revisionistas sobre los noventas que emergen en la última década. Trabajos de escritura (Manifiestos sobre el arte y la red. 1990-1999; La collita i el viatge: art emergent), talleres (La dècada de 1990: Rewind & Forward, MACBA) y exposiciones (Acción. Una historia provisional de los 90, MACBA; Los nuevos 90, Museo de San Telmo) que historizan un período que arranca con la profunda recesión, que sigue a los fastos del 92, y se cierra con la incipiente euforia del ladrillo, en la que participa el Estado a través de las numerosas infraestructuras museísticas que edifica (MNCARS, CCCB, EACC, etc.). El motivo de tal interés en ese período, tal vez sea extraer paralelismos entre aquella crisis, derivada del aumento del precio del petróleo por la guerra del Golfo, que instaló unas tasas de desempleo galopantes, y la provocada por la burbuja inmobiliaria del 2008, que volvió a dar paso a un desorbitante aumento del paro. En cualquier caso, para las baby boomers hijas de proletariado, migrante y autóctono, que accedimos a la educación superior, lo de estudiar arte y empeñarse, además, en practicarlo era un desafío a nuestro destino de clase. Nos afixiaba la precariedad que imponían las primeras ETT y el trabajo en la fábrica, nos agobiada y aterraba, a partes iguales, el modelo de familia cisgénero del que veníamos y al que parecíamos destinadas y abominábamos de las expresiones culturales chatas y romas del entorno próximo: las sevillanas, los culebrones, radioteletaxi, etc. Así, mientras nuestras hermanas y amigas buscaban cierto acomodo, nosotras nos empeñábamos, ingenuamente, en destejer nuestro sino, en hacer arte pese a nuestra condición modesta y contra la opinión de nuestro contexto; con el miedo en el cuerpo, sí, y una cultura material precaria que daba lugar a unas producciones pobres.
Barcelona poseía un ecosistema artístico propio en el que confluían una red de espacios institucionales dedicados al arte emergente, La sala Montcada de la Fundació La Caixa, l'Artesà de Gràcia, La Capella, Metrònom o Espai 13, y que se ampliaba en el área metropolitana con la Sala d'Exposicions de l'Ajuntament de Mataró, Tecla Sala (L'Hospitalet) y la Universitat Autònoma de Barcelona y en el territorio autonómico con las programaciones de les Hacs de Vic, el Cercle de Lectura de Reus, o las que surgían de Bienales como las de Amposta o Valls, por poner algunos ejemplos.
Las galerías de arte contemporáneo como Antonio de Barnola, Antoni Estrany, Angels de la Mota, Carles Poy, Joan Prats y Toni Tàpies abanderaban programas postconceptuales; la pintura y las influencias neoexpresionistas se habían aparcado como práctica y predominaban la fotografía, la escultura, el objeto, con un acercamiento fenomenológico, en el que el cuerpo, la identidad y su negativo se hacían presente.
La crítica del arte, erudita e influyente, con referentes como Manel Clot, Jose Luis Brea, Glòria Picazo, Rosa Martínez, Fede Montornés, Jorge Luís Marzo, Tere Badía o Luis Francisco Pérez marcarán el giro curatorial en la ciudad. En ese momento se programan, también, los primeros cursos de comisariado en Barcelona.
Las carencias de una Facultat de Bellas Artes hiperpoblada, desconectada de la realidad, se suplían con programas de formación externos como la QUAM, Arteleku o el Círculo de Bellas Artes, que ofrecían puntos de encuentro reales y ayudaban a construir escena. En el contexto barcelonés, la Quinzena d'Art de Montesquiu constituyó el principal punto de atracción para muchos de los artistas que luego se instalarían en Barcelona.
Si bien la ciudad había iniciado por entonces un proceso de no retorno en el acceso a la vivienda, todavía existía la posibilidad de emanciparse con muy poco e incluso de vivir en barrios que hoy son carne de turismo. Muchas de nosotras residiamos en las mismas zonas, nos rozábamos en bares como el Kentucky e incluso éramos convivientes. Algunos domicilios, como el de Esther Ibarrola y Oriol Font, se convirtieron en lugares de encuentro; otros, como el de Nacho Hernando o el de Jorge Bravo, en sitios en los que exponer. Los intercambios y las confluencias se daban igualmente en torno a iniciativas como Se alquila o a espacios como Metrònom. Así, de manera orgánica, sin programa artístico y muy marcada por los afectos surgió una cierta escena, que para nosotras, recién licenciadas, se sitúa en el último quinquenio de los noventa. Ese colectivo difuso, basado en prácticas de apoyo mutuo, se disgregará con el cambio de milenio entonando ¡amigos para siempre!
Diana Rovira, Lluís Hortalà, Jaume Parera, Carles Congost, Alberto Peral, Esther Partegàs, Javier Peñafiel, Raimon Julibert, Joan Morey, Manuel Olveira, Oriol Font, Mireya Massó, Esther Ibarrola, Akané, Ana Laura Aláez, Pipo MacTisell, Doménec, Xavier Arenós, Tere Recarens, Josep Maria Martín, Juande Jarillo, Núria Canal, Carmen Hernández Catalán, Cabello / Carceller, Luís Macias, Jesús Palomino, Joana Cera, Guillermo Zuaznabar, Gustavo Marrone, Manuel Saiz, Richard Radzinsky, David Falkner, Martí Anson, Javier Pérez, Daniel Chust Peters, Antonio Ortega, José Sáez, Sergio Prego, Xavier Mallofret, Juan Carlos Robles, Pol Ekaitz, Itziar Okariz, Job Ramos, Servand Solanilla, Daniel Riera, Mar Morón, Creatures, Ignacio Hernando, Luis Bisbe...
Julia Montilla y Francesc Ruiz. Barcelona, Marzo 2023