Ana Martínez Fernández - Víctor Ruiz Colomer loh te linvel
loh te linvel
Se encinta el suelo y con el primer agachar se hace formal ya el impulso, se coordina la fatiga, haciendo más evidente el consumo del cuerpo en una estructura predeterminada.
Al suelo de nuevo, esta vez desde el posar, deslizar, escurrir o pisar; como flexa un tobillo, gira el brazo, presiona la mano, se dobla la espalda.
Han quedado secuestrados una serie de materiales. Una frenada interrumpe su recorrido cotidiano. Parada en seco y descompresión; loh te linvel desde la potencia de lo que podría no llegar a ser. Al relacionar materiales, formas y procesos, a través de escalas sin conversión directa, estas esculturas sostienen manifestaciones desestructuradas de deseo.
Ana Martínez Fernández es una artista afincada en Madrid. Estudió Bellas Artes en la Universidad del País Vasco (Bilbao) y Teoría del Arte Contemporáneo en Goldsmiths College (Londres).
Sus exposiciones recientes incluyen: Mora un trapo, Mala (Lisboa, 2023); Pastora Foley 2, Artiatx (Bilbao, 2023); SAM, Drácula (Barcelona, 2022); Fervor, comisariada por This is Jackalope en Cibrián (Donostia, 2022); Roto abierto, comisariada por Cristina Anglada en Luis Adelantado (Valencia, 2022); com/post, Idealfrühstück (París, 2022); S12iS12iS12i2iS12i2i2iS1, AparadorMonteleón (Madrid, 2021); La más mala, supermala.europe (Madrid, 2020); sueño> suelo, Salón (Madrid, 2019); Tongue finishes back at the root of itself, Pehu (Osaka, 2019).
Víctor Ruiz Colomer, Barcelona, 1993. Graduado por UCL Slade, Londres (2016).
Ha recibido becas de intercambio en CAFA (Guangzhou, China, 2014) y UKW (Viena, Austria, 2016), becas de investigación - OSIC (2022), Premis ciutat de Barcelona 2020 y realizado residencias en Nerv (Humenné, Eslovaquia, 2020) y Tabakalera (Donostia, 2022).
Recientemente, ha mostrado su trabajo en BSC con Cordova (Basel, 2023), Albarran Bourdais (Madrid, 2022), Dilalica (Barcelona, 2021), Centro Centro (Madrid, 2020) y CAPC (Burdeos, 2020) entre otras. Junto a Joe Highton ha participado en MANIFESTA 12 (Palermo, 2018), 6a Bienal de Arte Joven de Moscú (Moscú, 2018), Endless process en Muu Kaapeli (Helsinki, 2018).
Las argollas se están secando. En esta parte del espacio la brisa corre más rápido y se puede sentir cierta sonoridad: el ritmo de las propias piezas, una tras otra. Al mirarlas detenidamente, es posible llegar a imaginar el paso de la corriente de aire por el hueco entre ellas.
El Arpa Eolia es un instrumento que se acciona y emite sonidos únicamente con el viento que le afecta. Traduce mediante melodías más o menos discontinuas el movimiento que está ocurriendo en el espacio. Joseph Joubert escribía en su diario que en ocasiones se sentía como un Arpa Eolia: durante sus meditaciones se dejaba afectar por lo que ocurría en el entorno para entrar en un ritmo atento.
Sus exposiciones recientes incluyen: Mora un trapo, Mala (Lisboa, 2023); Pastora Foley 2, Artiatx (Bilbao, 2023); SAM, Drácula (Barcelona, 2022); Fervor, comisariada por This is Jackalope en Cibrián (Donostia, 2022); Roto abierto, comisariada por Cristina Anglada en Luis Adelantado (Valencia, 2022); com/post, Idealfrühstück (París, 2022); S12iS12iS12i2iS12i2i2iS1, AparadorMonteleón (Madrid, 2021); La más mala, supermala.europe (Madrid, 2020); sueño> suelo, Salón (Madrid, 2019); Tongue finishes back at the root of itself, Pehu (Osaka, 2019).
Víctor Ruiz Colomer, Barcelona, 1993. Graduado por UCL Slade, Londres (2016).
Ha recibido becas de intercambio en CAFA (Guangzhou, China, 2014) y UKW (Viena, Austria, 2016), becas de investigación - OSIC (2022), Premis ciutat de Barcelona 2020 y realizado residencias en Nerv (Humenné, Eslovaquia, 2020) y Tabakalera (Donostia, 2022).
Recientemente, ha mostrado su trabajo en BSC con Cordova (Basel, 2023), Albarran Bourdais (Madrid, 2022), Dilalica (Barcelona, 2021), Centro Centro (Madrid, 2020) y CAPC (Burdeos, 2020) entre otras. Junto a Joe Highton ha participado en MANIFESTA 12 (Palermo, 2018), 6a Bienal de Arte Joven de Moscú (Moscú, 2018), Endless process en Muu Kaapeli (Helsinki, 2018).
Las argollas se están secando. En esta parte del espacio la brisa corre más rápido y se puede sentir cierta sonoridad: el ritmo de las propias piezas, una tras otra. Al mirarlas detenidamente, es posible llegar a imaginar el paso de la corriente de aire por el hueco entre ellas.
El Arpa Eolia es un instrumento que se acciona y emite sonidos únicamente con el viento que le afecta. Traduce mediante melodías más o menos discontinuas el movimiento que está ocurriendo en el espacio. Joseph Joubert escribía en su diario que en ocasiones se sentía como un Arpa Eolia: durante sus meditaciones se dejaba afectar por lo que ocurría en el entorno para entrar en un ritmo atento.
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Varios planos acompañan al espacio de la galería en sus verticales y en sus horizontales: gris, azul y un azulado humedecido casi negro. El posar de las telas almidonadas, húmedas y plegadas aflojan la dureza de la arquitectura, provocando una observación muy física al activar un movimiento de proximidad.
El trabajo y el gesto que contienen cada una de estas piezas genera varias tonalidades; funcionan como fragmentos de un recorrido extendido en el tiempo. Un fragmento es como un nuevo principio, al volver la mirada sobre cualquiera de estas esculturas habrá una desviación, otro principio y un ritmo diferente.
Últimamente, pienso en cómo algo se hace imagen cuando es mirado. Dice Maurice Blanchot que lo feliz de la imagen reside en que es un límite para lo indefinido. Entonces pienso que algo placentero también es que ese límite que se genera con la mirada sea lo que permite hacer que una imagen te acompañe.
Voy a ver a Víctor y Ana trabajar. Vuelvo a casa. Subo a la azotea, está anocheciendo, miro hacia la terraza de la casa de enfrente: una línea de farolillos apagados, cada uno de un color, sobre la pared. Pasan unas horas, vuelvo a mirar los farolillos, ya es de noche y ahora los tapa una cortina de varillas de madera. La imagen es borrosa: luces que se disuelven siguiendo una línea. Al día siguiente, estoy viajando en tren, miro por la ventana y percibo tres destellos muy plateados en el paisaje.
Mientras escribo este texto recuerdo imágenes que se diluyen con las que guardo en la memoria de la visita: el movimiento de las cadenas de jabón o las manos de Ana, brillantes por la vaselina. Me gusta pensar que el tiempo transcurrido desde la visita al taller hasta ahora es una misma imagen en movimiento que ha ido sumando capas de percepción.
Hay un gesto que se repite. Ese reiterar contiene una cierta obsesión que a su vez puede conectar con el deseo de conocer algo. No desde el dominio. La repetición, al tiempo que puede llevar a un borrado del significado, también puede, desde ese vaciamiento, abrir la puerta a otros desplazamientos.
La brisa corre más rápido:
- Loh te linvel
- Loh te linvel
- Ahora, otra vez
Vera Martín Zelich
El trabajo y el gesto que contienen cada una de estas piezas genera varias tonalidades; funcionan como fragmentos de un recorrido extendido en el tiempo. Un fragmento es como un nuevo principio, al volver la mirada sobre cualquiera de estas esculturas habrá una desviación, otro principio y un ritmo diferente.
Últimamente, pienso en cómo algo se hace imagen cuando es mirado. Dice Maurice Blanchot que lo feliz de la imagen reside en que es un límite para lo indefinido. Entonces pienso que algo placentero también es que ese límite que se genera con la mirada sea lo que permite hacer que una imagen te acompañe.
Voy a ver a Víctor y Ana trabajar. Vuelvo a casa. Subo a la azotea, está anocheciendo, miro hacia la terraza de la casa de enfrente: una línea de farolillos apagados, cada uno de un color, sobre la pared. Pasan unas horas, vuelvo a mirar los farolillos, ya es de noche y ahora los tapa una cortina de varillas de madera. La imagen es borrosa: luces que se disuelven siguiendo una línea. Al día siguiente, estoy viajando en tren, miro por la ventana y percibo tres destellos muy plateados en el paisaje.
Mientras escribo este texto recuerdo imágenes que se diluyen con las que guardo en la memoria de la visita: el movimiento de las cadenas de jabón o las manos de Ana, brillantes por la vaselina. Me gusta pensar que el tiempo transcurrido desde la visita al taller hasta ahora es una misma imagen en movimiento que ha ido sumando capas de percepción.
Hay un gesto que se repite. Ese reiterar contiene una cierta obsesión que a su vez puede conectar con el deseo de conocer algo. No desde el dominio. La repetición, al tiempo que puede llevar a un borrado del significado, también puede, desde ese vaciamiento, abrir la puerta a otros desplazamientos.
La brisa corre más rápido:
- Loh te linvel
- Loh te linvel
- Ahora, otra vez
Vera Martín Zelich
loh te linvel
The ground is taped and with the first bending the impulse becomes formal, fatigue is coordinated, making more evident the body’s consumption in a predetermined structure.
To the ground again, this time from posing, sliding, dripping or stepping on; as an ankle flexes, an arm turns, a hand presses, a back bends.
A number of materials has been seized. A braking interrupts their quotidian journey. Sudden-stop and decompression; loh te linvel from the power of what might not become. By relating materials, forms and processes, through scales without direct conversion, these sculptures sustain unstructured manifestations of desire.
The ground is taped and with the first bending the impulse becomes formal, fatigue is coordinated, making more evident the body’s consumption in a predetermined structure.
To the ground again, this time from posing, sliding, dripping or stepping on; as an ankle flexes, an arm turns, a hand presses, a back bends.
A number of materials has been seized. A braking interrupts their quotidian journey. Sudden-stop and decompression; loh te linvel from the power of what might not become. By relating materials, forms and processes, through scales without direct conversion, these sculptures sustain unstructured manifestations of desire.
Ana Martínez Fernández is an artist based in Madrid. She studied Fine Arts at the University of the Basque Country (Bilbao) and Contemporary Art Theory at Goldsmiths College (London).
Her recent exhibitions include: Mora un trapo, Mala (Lisbon, 2023); Pastora Foley 2, Artiatx (Bilbao, 2023); SAM, Drácula (Barcelona, 2022); Fervor, curated by This is Jackalope in Cibrián (Donostia, 2022); Roto abierto, curated by Cristina Anglada in Luis Adelantado (Valencia, 2022); com/post, Idealfrühstück (Paris, 2022); S12iS12iS12i2iS12i2i2iS1, AparadorMonteleón (Madrid, 2021); La más mala, supermala.europe (Madrid, 2020); sueño> suelo, Salón (Madrid, 2019); Tongue finishes back at the root of itself, Pehu (Osaka, 2019).
Víctor Ruiz Colomer, Barcelona, 1993. Graduated from UCL Slade, London (2016).
He has received exchange scholarships in CAFA (Guangzhou, China, 2014) and UKW (Vienna, Austria, 2016), research scholarships - OSIC (2022), Premis ciutat de Barcelona 2020 and he has participated in residencies in Nerv (Humenné, Slovakia, 2020) and Tabakalera (Donostia, 2022).
Recently, he has shown his work in BSC with Cordova (Basel, 2023), Albarran Bourdais (Madrid, 2022), Dilalica (Barcelona, 2021), Centro Centro (Madrid, 2020) and CAPC (Bordeaux, 2020) amongst others. Along with Joe Highton he has participated in MANIFESTA 12 (Palermo, 2018), 6th Moscow Biennale for Young Art (Moscow, 2018), Endless process in Muu Kaapeli (Helsinki, 2018).
The shackles are drying out. In this part of the space, the breeze runs faster and you can feel a certain sonority: the rhythm of the pieces themselves, one after the other. By looking at them carefully, it is possible to imagine the passage of the air stream through the gap between them.
The Aeolian Harp is an instrument that is operated and emits sounds only with the wind that affects it. It translates through more or less discontinuous melodies the movement that is occurring in space. Joseph Joubert wrote in his diary that he sometimes felt like an Aeolian Harp: during his meditations he let himself be affected by what was happening in the environment to enter into an attentive rhythm.
Her recent exhibitions include: Mora un trapo, Mala (Lisbon, 2023); Pastora Foley 2, Artiatx (Bilbao, 2023); SAM, Drácula (Barcelona, 2022); Fervor, curated by This is Jackalope in Cibrián (Donostia, 2022); Roto abierto, curated by Cristina Anglada in Luis Adelantado (Valencia, 2022); com/post, Idealfrühstück (Paris, 2022); S12iS12iS12i2iS12i2i2iS1, AparadorMonteleón (Madrid, 2021); La más mala, supermala.europe (Madrid, 2020); sueño> suelo, Salón (Madrid, 2019); Tongue finishes back at the root of itself, Pehu (Osaka, 2019).
Víctor Ruiz Colomer, Barcelona, 1993. Graduated from UCL Slade, London (2016).
He has received exchange scholarships in CAFA (Guangzhou, China, 2014) and UKW (Vienna, Austria, 2016), research scholarships - OSIC (2022), Premis ciutat de Barcelona 2020 and he has participated in residencies in Nerv (Humenné, Slovakia, 2020) and Tabakalera (Donostia, 2022).
Recently, he has shown his work in BSC with Cordova (Basel, 2023), Albarran Bourdais (Madrid, 2022), Dilalica (Barcelona, 2021), Centro Centro (Madrid, 2020) and CAPC (Bordeaux, 2020) amongst others. Along with Joe Highton he has participated in MANIFESTA 12 (Palermo, 2018), 6th Moscow Biennale for Young Art (Moscow, 2018), Endless process in Muu Kaapeli (Helsinki, 2018).
The shackles are drying out. In this part of the space, the breeze runs faster and you can feel a certain sonority: the rhythm of the pieces themselves, one after the other. By looking at them carefully, it is possible to imagine the passage of the air stream through the gap between them.
The Aeolian Harp is an instrument that is operated and emits sounds only with the wind that affects it. It translates through more or less discontinuous melodies the movement that is occurring in space. Joseph Joubert wrote in his diary that he sometimes felt like an Aeolian Harp: during his meditations he let himself be affected by what was happening in the environment to enter into an attentive rhythm.
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Several planes accompany the gallery space in its verticals and horizontals: grey, blue and a blue moistened almost black. The posing of the starched, wet and folded fabrics loosens the hardness of the architecture, provoking a very physical observation to activate a movement of proximity.
The work and gesture contained in each of these pieces generate several tones; they function as fragments of a journey extended in time. A fragment is like a new beginning, when looking at any of these sculptures there will be a deviation, another beginning and a different rhythm.
Lately, I think about how something becomes an image when it’s looked at. Maurice Blanchot says that the happy thing about the image lies in that it is a limit to the indefinite. So I think something pleasant is also that that limit that is generated with the look is what allows to make an image to accompany you.
I go to see Victor and Ana working. I come back home. I go up to the roof, it is getting dark, I look towards the terrace of the house in front: a line of lights off, each one of a color, on the wall. A few hours pass, I look at the lanterns again, it is already night and now a wooden rods curtain covers them. The image is blurred: lights that dissolve following a line. The next day, I’m traveling by train, I look out the window and I see three very silver flashes in the landscape.
As I write this text I remember images that are diluted with those I keep in the memory of the visit: the movement of soap chains or Ana’s hands, shiny with vaseline. I like to think that the time since the visit to the workshop until now is the same moving image that has been adding layers of perception.
There’s a repeated gesture. That reiteration contains a certain obsession that in turn can connect with the desire to know something. Not from domination. Repetition, while it can lead to an erasure of meaning, can also, from that emptying, open the door to other displacements.
The breeze runs faster:
- Loh te linvel
- Loh te linvel
- Now, again
Vera Martín Zelich
The work and gesture contained in each of these pieces generate several tones; they function as fragments of a journey extended in time. A fragment is like a new beginning, when looking at any of these sculptures there will be a deviation, another beginning and a different rhythm.
Lately, I think about how something becomes an image when it’s looked at. Maurice Blanchot says that the happy thing about the image lies in that it is a limit to the indefinite. So I think something pleasant is also that that limit that is generated with the look is what allows to make an image to accompany you.
I go to see Victor and Ana working. I come back home. I go up to the roof, it is getting dark, I look towards the terrace of the house in front: a line of lights off, each one of a color, on the wall. A few hours pass, I look at the lanterns again, it is already night and now a wooden rods curtain covers them. The image is blurred: lights that dissolve following a line. The next day, I’m traveling by train, I look out the window and I see three very silver flashes in the landscape.
As I write this text I remember images that are diluted with those I keep in the memory of the visit: the movement of soap chains or Ana’s hands, shiny with vaseline. I like to think that the time since the visit to the workshop until now is the same moving image that has been adding layers of perception.
There’s a repeated gesture. That reiteration contains a certain obsession that in turn can connect with the desire to know something. Not from domination. Repetition, while it can lead to an erasure of meaning, can also, from that emptying, open the door to other displacements.
The breeze runs faster:
- Loh te linvel
- Loh te linvel
- Now, again
Vera Martín Zelich