JAN MONCLÚS PAULS, POOLS, FLAGS AND SAUSAGES 07.04 / 19.05.2017
“No tengo nada que decir”, repite incesante el audio que nos recibe en la exposición. Buscar qué decir y cómo decirlo es una cuestión que puede tornarse desesperante. Y más cuando el propio medio te exige una especificidad, una destreza, más allá y además del propio tema.
Un reto que se torna inútil, casi imposible, en una disciplina como la pintura con una tradición ingente y que ha sido dada por muerta repetidamente desde la segunda mitad del siglo veinte. No decir nada tampoco es posible si además de la pintura, lo que te gusta es trabajar dentro de la figuración;
a pesar de que está claro que hace mucho que perdimos el interés por lo representado, el objeto por el objeto. Y entonces ¿qué hacer? ¿Hacia dónde ir? ¿Qué añadir a ese relato? ¿Cual es el próximo gesto?
Lo interesante del gesto que plantea la exposición es precisamente eso, el fuera de campo, lo que hay más allá de las piscinas, las salchichas,
las banderas, los volcanes y de las referencias a dos Pauls (Paul McCarthy y Paul McCartney). Partiendo de la reflexión sobre la pintura per se y como campo expandido, la exposición debe leerse como una alegoría sobre lo que puede ser pintar hoy. Por medio de esta pregunta, y del diálogo
de las obras entre sí y con el espectador, se abre el discurso meta-pictórico encerrado en sí mismo a la reflexión de la realidad más allá
de lo que vemos. Y en ese espacio Monclús nos habla de las condiciones de su trabajo, de sus referentes, de sus expectativas o de la precariedad
del artista joven. Lo hace a través de una micro-historia repleta de pequeños guiños y dividida en capturas de imagen entre lo real y lo onírico.
Un relato nada mítico ni heroico, atravesado por la experiencia vital y contaminado por todo tipo de iconografías e historias. ¿Pero acaso lo cotidiano no es heroico?
Quizás no…Tal vez se trata de evidenciar y repetir una postura de modo similar a un loser, alguien que no tiene nada que perder. La batalla está
en enfrentarse a la práctica con la conciencia de encontrarse un poco perdido, en no saber dónde pisar. Como el pintor-payaso que irónicamente retrata McCarthy en el vídeo que aparece citado en dos de las obras de la muestra [1]. Monclús se pregunta sobre la inoperatividad de preguntarse sobre aquello que la figuración debe explorar. Un proyecto aparentemente infructuoso, como el volver a ejecutar una acción que inevitablemente
nos conduce al desastre pero a pesar de ello continuar adelante. Y una vez realizada, volver al principio y quedarse de nuevo sin nada más que decir.
[1] Paul McCarthy, Painter (1995)
Beatriz Escudero
...
“No tengo nada que decir” is repeated incessantly by the audio which welcomes us at the exhibition. Finding out what to say and how to say
it, is a question that could be maddening. And even more when the medium itself demands a specificity, a skill that goes beyond the subjectand
and that is an addition to it. A challenge that becomes useless, almost impossible in a discipline like painting with an enormous tradition and that
has been repeatedly considered dead since the second half of the twentieth century. Saying nothing is not possible and in addition to painting what you like is working within figuration. Even though it is clear that we lost interest in what is represented a long time ago therefore the object exists
for itself. And then what to do? Where to go? What to add to that story and how? What is the next gesture?
The interesting thing about the gesture presented in the exhibition is precisely that, the off-field, what lies beyond the pools, the sausages, the flags, the volcanoes and the references to two Pauls (Paul McCarthy and Paul McCartney). Starting from the reflection on painting per se and as an expanded field, the exhibition should be read as an allegory about what painting can be today. With this question, and the dialogue of the works with each other and with the viewer, the meta-pictorial discourse emerges, closed in on itself with the reflection of reality beyond what we see. And in that space, Monclús talks to us about the conditions of his work, his references, his expectations or the precariousness of the young artist. He does
so through a micro-story full of small nods and divided into screenshots between the reality and the dreamlike scenes. A story that is neither mythical nor heroic, traversed by life experiences and contaminated by all kinds of iconography and stories. But isn't every day heroic?
Maybe not ... Maybe it's about highlighting and repeating a position similar to a loser, someone who has nothing to lose. The battle then consists
in facing the practice with the awareness of being a little lost in not knowing where to tread. Like the clown-painter that McCarthy ironically portrays in the video that is quoted in two of the works in the exhibition [1]. Monclús wonders about the ineffectiveness of wondering about what figuration should explore. A seemingly unsuccessful project like re-executing an action that inevitably leads to disaster but is still continuing to go ahead
and once executed and done, go back to the beginning and stay again with nothing more to say.
[1] Paul McCarthy, Painter (1995)
Beatriz Escudero
Un reto que se torna inútil, casi imposible, en una disciplina como la pintura con una tradición ingente y que ha sido dada por muerta repetidamente desde la segunda mitad del siglo veinte. No decir nada tampoco es posible si además de la pintura, lo que te gusta es trabajar dentro de la figuración;
a pesar de que está claro que hace mucho que perdimos el interés por lo representado, el objeto por el objeto. Y entonces ¿qué hacer? ¿Hacia dónde ir? ¿Qué añadir a ese relato? ¿Cual es el próximo gesto?
Lo interesante del gesto que plantea la exposición es precisamente eso, el fuera de campo, lo que hay más allá de las piscinas, las salchichas,
las banderas, los volcanes y de las referencias a dos Pauls (Paul McCarthy y Paul McCartney). Partiendo de la reflexión sobre la pintura per se y como campo expandido, la exposición debe leerse como una alegoría sobre lo que puede ser pintar hoy. Por medio de esta pregunta, y del diálogo
de las obras entre sí y con el espectador, se abre el discurso meta-pictórico encerrado en sí mismo a la reflexión de la realidad más allá
de lo que vemos. Y en ese espacio Monclús nos habla de las condiciones de su trabajo, de sus referentes, de sus expectativas o de la precariedad
del artista joven. Lo hace a través de una micro-historia repleta de pequeños guiños y dividida en capturas de imagen entre lo real y lo onírico.
Un relato nada mítico ni heroico, atravesado por la experiencia vital y contaminado por todo tipo de iconografías e historias. ¿Pero acaso lo cotidiano no es heroico?
Quizás no…Tal vez se trata de evidenciar y repetir una postura de modo similar a un loser, alguien que no tiene nada que perder. La batalla está
en enfrentarse a la práctica con la conciencia de encontrarse un poco perdido, en no saber dónde pisar. Como el pintor-payaso que irónicamente retrata McCarthy en el vídeo que aparece citado en dos de las obras de la muestra [1]. Monclús se pregunta sobre la inoperatividad de preguntarse sobre aquello que la figuración debe explorar. Un proyecto aparentemente infructuoso, como el volver a ejecutar una acción que inevitablemente
nos conduce al desastre pero a pesar de ello continuar adelante. Y una vez realizada, volver al principio y quedarse de nuevo sin nada más que decir.
[1] Paul McCarthy, Painter (1995)
Beatriz Escudero
...
“No tengo nada que decir” is repeated incessantly by the audio which welcomes us at the exhibition. Finding out what to say and how to say
it, is a question that could be maddening. And even more when the medium itself demands a specificity, a skill that goes beyond the subjectand
and that is an addition to it. A challenge that becomes useless, almost impossible in a discipline like painting with an enormous tradition and that
has been repeatedly considered dead since the second half of the twentieth century. Saying nothing is not possible and in addition to painting what you like is working within figuration. Even though it is clear that we lost interest in what is represented a long time ago therefore the object exists
for itself. And then what to do? Where to go? What to add to that story and how? What is the next gesture?
The interesting thing about the gesture presented in the exhibition is precisely that, the off-field, what lies beyond the pools, the sausages, the flags, the volcanoes and the references to two Pauls (Paul McCarthy and Paul McCartney). Starting from the reflection on painting per se and as an expanded field, the exhibition should be read as an allegory about what painting can be today. With this question, and the dialogue of the works with each other and with the viewer, the meta-pictorial discourse emerges, closed in on itself with the reflection of reality beyond what we see. And in that space, Monclús talks to us about the conditions of his work, his references, his expectations or the precariousness of the young artist. He does
so through a micro-story full of small nods and divided into screenshots between the reality and the dreamlike scenes. A story that is neither mythical nor heroic, traversed by life experiences and contaminated by all kinds of iconography and stories. But isn't every day heroic?
Maybe not ... Maybe it's about highlighting and repeating a position similar to a loser, someone who has nothing to lose. The battle then consists
in facing the practice with the awareness of being a little lost in not knowing where to tread. Like the clown-painter that McCarthy ironically portrays in the video that is quoted in two of the works in the exhibition [1]. Monclús wonders about the ineffectiveness of wondering about what figuration should explore. A seemingly unsuccessful project like re-executing an action that inevitably leads to disaster but is still continuing to go ahead
and once executed and done, go back to the beginning and stay again with nothing more to say.
[1] Paul McCarthy, Painter (1995)
Beatriz Escudero