13.12.2023
Violeta Mayoral presenta su pieza Do dentro de la exposición A=A, B=B en la Fundació Antoni Tàpies.
Violeta Mayoral presents her piece Do as part of the exhibition A=A, B=B at the Antoni Tàpies Foundation.
Violeta Mayoral presenta la seva peça Do dins de l’exposició A=A, B=B a la Fundació Antoni Tàpies.
Violeta Mayoral presenta su pieza Do dentro de la exposición A=A, B=B en la Fundació Antoni Tàpies.
Violeta Mayoral presents her piece Do as part of the exhibition A=A, B=B at the Antoni Tàpies Foundation.
Violeta Mayoral presenta la seva peça Do dins de l’exposició A=A, B=B a la Fundació Antoni Tàpies.
El primer encuentro de Pep Vidal, curador de A=A, B=B, con Do se produjo en la muestra individual que Violeta Mayoral presentaba en Half House entre marzo y junio del año pasado. Suspendida entre el techo y el suelo de la galería se encontraba la pieza madre que daría lugar a la que actualmente puede visitarse en la Fundació Antoni Tàpies, formando parte de esa suerte de paper científico que, inspirado en La nueva visión del mundo (1954), libro de cabecera y fuente de estímulo creativo para Antoni Tàpies, Vidal ha materializado en forma de exposición, con la voluntad de aunar arte y ciencia desde una perspectiva poética.
A Do llega la artista desde la intuición. Primero vino el color y, más adelante, la forma. Al principio, visualizaba colores y en su estudio intentó emular aquellos que la rodeaban, movida por una necesidad de «camuflarlo todo». A tientas, combinó papeles transparentes coloreados y los puso a contraluz hasta que esta los hizo prácticamente desaparecer ante sus ojos. De ahí pasó a la tela, que empezó a anudar hasta crear una trenza de grandes dimensiones. Y fue forcejeando con esta que dio con un hilo y, al estirar de él, con la que sería la forma definitiva de la pieza. Pintó el hilo que había extraído, tomando como referencia los colores que la rodeaban, y fue llegado este punto—también de inflexión— en el que se dio cuenta de que lo que había estado tratando de hacer todo este tiempo había sido encontrar el modo de fotografiar en ausencia de un dispositivo fotográfico. Es decir, de trabajar de otra manera el dispositivo visual y, más específicamente, lo que ella denomina el «hecho prefotográfico»: el afecto que precede a la toma de una imagen.
Violeta nació en el desierto y su mirada se educó mirando paisajes lejanos. Con el tiempo, cayó en la cuenta de que, en la visión sostenida, aquello que se muestra en la distancia se convierte en cercano, en íntimo, diluyéndose la diferencia entre plano general y primer plano. La pieza no se detecta con facilidad en el espacio, está conformada por un hilo de algodón de 0,17mm de grosor, poco más que un cabello; cálculo al que se llega a través del análisis del patrón de difracción que resulta de hacer incidir sobre el hilo dos haces de luz que se cruzan en su infinito. A lo mínimo, por lo tanto, puede llegarse desde su infinitud, y la inmensidad, que se revela evidente, entonces, llega a pensarse abarcable. Y hay aquí una voluntad de señalar esa inmensidad, de desplazar la atención hacia ella.
Do tiene y da sentido al espacio que la acoge. La artista la pinta en el propio espacio, tomando como referencia la coloración de aquellos objetos y cuerpos que la rodean, que la acompañan. Es, de algún modo, una pintura de paisaje, la captura de un pedazo de realidad. La figura se revela en su fondo y es rodeándola y contrastándola con este que se vuelve identificable. Su observación resulta, inevitablemente, en una ampliación de la mirada: de nuevo, el primer plano se convierte en plano general, o viceversa, y todo es una cuestión de desplazamiento, de enfoque. De nuevo, la mirada se encuentra con la inmensidad del desierto.
Hay en ese cuerpo mínimo en tensión dispuesto en el espacio mucho de la instantaneidad inherente al lenguaje fotográfico y de ese «hecho prefotográfico» antes mencionado. Se trata de la materialización de un instante. Como el obturador de la cámara fotográfica, Do condensa su entorno, lo atrapa en su corporalidad: la pieza paraliza y conjura un espacio-tiempo determinado generando una fotografía desprendida de toda representación. Para Violeta, «en la fotografía hay un darse a algo» y «hay un estar en ese querer dar para que aquello sea dado». La pieza requiere de un grado de atención determinado, su observación depende de la disposición que el espectador tenga para darse a ella.
Su título, Do, remite a una anécdota desarrollada en dos tiempos. Cuando era pequeña, Violeta tocaba el piano. Un día, sentada frente a este, tomó su dedo índice y tocó la nota do, y no dejo de presionar la tecla hasta que el sonido se hubo agotado. Por primera vez, sintió que no estaba tocando, sino escuchando. Años más tarde, mientras terminaba de cerrar el bar en el que trabajaba, una amiga que la esperaba sentada sobre unas cajas le pidió que tocará algo, y ella volvió a agotar un do. Primero, descubrió la escucha; después, la posibilidad de una escucha compartida. Una actitud, un estar atento al mundo circundante, a aquello que por corriente parece prescindible, que atraviesa Do pero también el resto de la obra de la artista.
Así, en su mínima materialidad, Do es capaz de afectarlo todo, de alterar el espacio que ocupa, de modificar el sistema al que pertenece. El conocimiento de la existencia de Do en el espacio expositivo, además, predispone al espectador a entrar en un estado de atención determinado, afectando también, por lo tanto, a los cuerpos que van a su encuentro. Una vez divisada, Do se convierte en una nueva unidad con la que poder medir la realidad. Una vez percibida, es inevitable volver a buscarla, ante la posibilidad de su inminente desaparición.
Do, así como el resto de obras que componen la exposición A=A, B=B, puede visitarse hasta el 3 de marzo en la Fundació Antoni Tàpies (Barcelona).
+ info Fundació Antoni Tàpies
The first encounter of Pep Vidal, curator of A=A, B=B, with Do took place in the solo show that Violeta Mayoral presented at Half House between March and June last year. Suspended between the ceiling and the floor of the gallery was the mother piece that would give rise to the one currently on view at the Antoni Tàpies Foundation, forming part of that sort of scientific paper that, inspired by The New Vision of the World (1954), a bedside book and source of creative stimulus for Antoni Tàpies, Vidal has materialised in the form of an exhibition, with the aim of bringing together art and science from a poetic perspective.
The artist got to Do through intuition. First came colour and, later, form. At first, she visualised colours and in her studio she tried to emulate those around her, driven by a need to "camouflage everything". Groping, she combined coloured transparent papers and put them against the light until it made them practically disappear before her eyes. From there she moved on to the fabric, which she began to knot until she created a large braid. And it was by struggling with this that she found a thread and, by pulling on it, what would be the final shape of the piece. She painted the thread she had extracted, taking as a reference the colours that surrounded her, and it was at this point - also a turning point - that she realised that what she had been trying to do all this time had been to find a way of photographing in the absence of a photographic device. That is to say, to work in another way with the visual device and, more specifically, with what she calls the "pre-photographic fact": the affect that precedes the taking of an image.
Violeta was born in the desert and her gaze was brought up looking at distant landscapes. Over time, she realised that, in sustained vision, that which is shown in the distance becomes close, intimate, diluting the difference between the general plane and the foreground. The piece is not easily detected in space, it is made up of a cotton thread 0.17mm thick, little more than a hair; a calculation arrived at by analysing the diffraction pattern that results from shining two beams of light that cross each other at infinity onto the thread. The minimum, therefore, can be reached from its infinity, and the immensity, which reveals itself to be evident, then comes to be thought of as encompassable. And here there is a will to point out this immensity, to shift the attention towards it.
Do has and gives meaning to the space in which it is placed. The artist paints it in the space itself, taking as a reference the colouring of those objects and bodies that surround it, that accompany it. It is, in a way, a landscape painting, the capture of a piece of reality. The figure is revealed in its background and it is by surrounding and contrasting it with this that it becomes identifiable. Its observation inevitably results in a widening of the gaze: once again, the foreground becomes a general shot, or vice versa, and it is all a question of displacement, of focus. Once again, the gaze encounters the immensity of the desert.
There is in this minimal body in tension arranged in space much of the instantaneity inherent in the language of photography and of that "pre-photographic fact" mentioned above. It is the materialisation of an instant. Like the shutter of the photographic camera, Do condenses its surroundings, traps it in its corporeality: the piece paralyses and conjures up a determined space-time, generating a photograph detached from all representation. For Violeta, "in photography there is a giving of oneself to something" and "you have to be in that willingness to give in order for that to be given to you". The piece requires a certain degree of attention; its observation depends on the spectator's willingness to give himself to it.
Its title, Do, refers to an anecdote developed in two times. When she was a little girl, she used to play the piano. One day, sitting in front of it, she took her index finger and played the note C —Do in Spanish—, and did not stop pressing the key until the sound had exhausted itself. For the first time, she felt that she was not playing, but listening. Years later, as she was finishing closing the bar where she worked, a friend who was waiting for her sitting on some boxes asked her to play something, and she played a C again. First, she discovered listening; then, the possibility of a shared listening. An attitude, an attentiveness to the surrounding world, to that which as it is customary seems dispensable, which runs through Do but also through the rest of Violeta Mayoral's work.
Thus, in its minimal materiality, Do is capable of affecting everything, of altering the space it occupies, of modifying the system to which it belongs. The knowledge of the existence of Do in the exhibition space, moreover, predisposes the spectator to enter into a certain state of attention, thus also affecting the bodies that encounter it. Once it is seen, Do becomes a new unit with which to measure reality. Once perceived, it is inevitable to return to search for it, faced with the possibility of its imminent disappearance.
Do, as well as the rest of the works that make up the exhibition A=A, B=B, can be visited until the 3rd of March at the Antoni Tàpies Foundation (Barcelona).
+ info Antoni Tàpies Foundation
La primera trobada de Pep Vidal, curador de A=A, B=B, amb Do es va produir en la mostra individual que Violeta Mayoral presentava en Half House entre març i juny de l'any passat. Suspesa entre el sostre i el sòl de la galeria es trobava la peça mare que donaria lloc a la que actualment pot visitar-se en la Fundació Antoni Tàpies, formant part d'aquesta sort de paper científic que, inspirat en La nova visió del món (1954), llibre de capçalera i font d'estímul creatiu per a Antoni Tàpies, Vidal ha materialitzat en forma d'exposició, amb la voluntat de conjuminar art i ciència des d'una perspectiva poètica.
A Do arriba l'artista des de la intuïció. Primer va arribar el color i, més endavant, la forma. Al principi, visualitzava colors i en el seu estudi va tractar d’emular aquells que l'envoltaven, moguda per una necessitat de «camuflar-ho tot». A les palpentes, va combinar papers transparents acolorits i els va posar a contrallum fins que aquesta els va fer pràcticament desaparèixer davant els seus ulls. D'aquí va passar a la tela, que va començar a nuar fins a crear una trena de grans dimensions. I va ser forcejant amb aquesta que va donar amb un fil i, en estirar d'ell, amb la que seria la forma definitiva de la peça. Va pintar el fil que havia extret, prenent com a referència els colors que l'envoltaven, i va ser arribat aquest punt—també d'inflexió— en el qual es va adonar que el que havia estat tractant de fer tot aquest temps havia estat trobar el mode de fotografiar en absència d'un dispositiu fotogràfic. És a dir, de treballar d'una altra manera el dispositiu visual i, més específicament, allò que ella denomina el «fet prefotogràfic»: l'afecte que precedeix a la presa d'una imatge.
Violeta va néixer en el desert i la seva mirada es va educar mirant paisatges llunyans. Amb el temps, va caure en el compte que, en la visió sostinguda, allò que es mostra en la distància es converteix en pròxim, en íntim, diluint-se la diferència entre pla general i primer pla. La peça no es detecta amb facilitat en l'espai, està conformada per un fil de cotó de 0,17mm de gruix, poc més que un cabell; càlcul al qual s'arriba a través de l'anàlisi del patró de difracció que resulta de fer incidir sobre el fil dos feixos de llum que es creuen en el seu infinit. Al mínim, per tant, pot arribar-se des de la seva infinitud, i la immensitat, que es revela evident, llavors, arriba a pensar-se abastable. I hi ha aquí una voluntat d'assenyalar aquesta immensitat, de desplaçar l'atenció cap a ella.
Do té i dona sentit a l'espai que l'acull. L'artista la pinta en el propi espai, prenent com a referència la coloració d'aquells objectes i cossos que l'envolten, que l'acompanyen. És, d'algun mode, una pintura de paisatge, la captura d'un tros de realitat. La figura es revela en el seu fons i és envoltant-la i contrastant-la amb aquest que es torna identificable. La seva observació resulta, inevitablement, en una ampliació de la mirada: de nou, el primer pla es converteix en pla general, o viceversa, i tot és una qüestió de desplaçament, d'enfocament. De nou, la mirada es troba amb la immensitat del desert.
Hi ha en aquest cos mínim en tensió disposat en l'espai molt de la instantaneïtat inherent al llenguatge fotogràfic i d'aquest «fet prefotogràfic» abans esmentat. Es tracta de la materialització d'un instant. Com l'obturador de la càmera fotogràfica, Do condensa el seu entorn, l'atrapa en la seva corporalitat: la peça paralitza i conjura un espaitemps determinat generant una fotografia despresa de tota representació. Per a Violeta, «en la fotografia hi ha un donar-se a alguna cosa» i «hi ha un estar en aquest voler donar perquè allò sigui donat». La peça requereix d'un grau d'atenció determinat, la seva observació depèn de la disposició que l'espectador tingui per a donar-se a ella.
El seu títol, Do, remet a una anècdota desenvolupada en dos temps. Quan era petita, Violeta tocava el piano. Un dia, asseguda enfront d'aquest, va prendre el seu dit índex i va tocar la nota do, i no va deixar de pressionar la tecla fins que el so es va haver esgotat. Per primera vegada, va sentir que no estava tocant, sinó escoltant. Anys més tard, mentre acabava de tancar el bar en què treballava, una amiga que l'esperava asseguda sobre unes caixes li va demanar que tocarà alguna cosa, i ella va tornar a esgotar un do. Primer, va descobrir l'escolta; després, la possibilitat d'una escolta compartida. Una actitud, un estar atent al món circumdant, a allò que per corrent sembla prescindible, que travessa Do però també la resta de l'obra de l'artista.
Així, en la seva mínima materialitat, Do és capaç d'afectar-ho tot, d'alterar l'espai que ocupa, de modificar el sistema al qual pertany. El coneixement de l'existència de Do en l'espai expositiu, a més, predisposa a l'espectador a entrar en un estat d'atenció determinat, afectant també, per tant, als cossos que van al seu encontre. Una vegada albirada, Do es converteix en una nova unitat amb la qual poder mesurar la realitat. Una vegada percebuda, és inevitable tornar a buscar-la, davant la possibilitat de la seva imminent desaparició.
Do, així com la resta d'obres que componen l'exposició A=A, B=B, pot visitar-se fins al 3 de març en la Fundació Antoni Tàpies (Barcelona).
+ info Fundació Antoni Tàpies
A Do llega la artista desde la intuición. Primero vino el color y, más adelante, la forma. Al principio, visualizaba colores y en su estudio intentó emular aquellos que la rodeaban, movida por una necesidad de «camuflarlo todo». A tientas, combinó papeles transparentes coloreados y los puso a contraluz hasta que esta los hizo prácticamente desaparecer ante sus ojos. De ahí pasó a la tela, que empezó a anudar hasta crear una trenza de grandes dimensiones. Y fue forcejeando con esta que dio con un hilo y, al estirar de él, con la que sería la forma definitiva de la pieza. Pintó el hilo que había extraído, tomando como referencia los colores que la rodeaban, y fue llegado este punto—también de inflexión— en el que se dio cuenta de que lo que había estado tratando de hacer todo este tiempo había sido encontrar el modo de fotografiar en ausencia de un dispositivo fotográfico. Es decir, de trabajar de otra manera el dispositivo visual y, más específicamente, lo que ella denomina el «hecho prefotográfico»: el afecto que precede a la toma de una imagen.
Violeta nació en el desierto y su mirada se educó mirando paisajes lejanos. Con el tiempo, cayó en la cuenta de que, en la visión sostenida, aquello que se muestra en la distancia se convierte en cercano, en íntimo, diluyéndose la diferencia entre plano general y primer plano. La pieza no se detecta con facilidad en el espacio, está conformada por un hilo de algodón de 0,17mm de grosor, poco más que un cabello; cálculo al que se llega a través del análisis del patrón de difracción que resulta de hacer incidir sobre el hilo dos haces de luz que se cruzan en su infinito. A lo mínimo, por lo tanto, puede llegarse desde su infinitud, y la inmensidad, que se revela evidente, entonces, llega a pensarse abarcable. Y hay aquí una voluntad de señalar esa inmensidad, de desplazar la atención hacia ella.
Do tiene y da sentido al espacio que la acoge. La artista la pinta en el propio espacio, tomando como referencia la coloración de aquellos objetos y cuerpos que la rodean, que la acompañan. Es, de algún modo, una pintura de paisaje, la captura de un pedazo de realidad. La figura se revela en su fondo y es rodeándola y contrastándola con este que se vuelve identificable. Su observación resulta, inevitablemente, en una ampliación de la mirada: de nuevo, el primer plano se convierte en plano general, o viceversa, y todo es una cuestión de desplazamiento, de enfoque. De nuevo, la mirada se encuentra con la inmensidad del desierto.
Hay en ese cuerpo mínimo en tensión dispuesto en el espacio mucho de la instantaneidad inherente al lenguaje fotográfico y de ese «hecho prefotográfico» antes mencionado. Se trata de la materialización de un instante. Como el obturador de la cámara fotográfica, Do condensa su entorno, lo atrapa en su corporalidad: la pieza paraliza y conjura un espacio-tiempo determinado generando una fotografía desprendida de toda representación. Para Violeta, «en la fotografía hay un darse a algo» y «hay un estar en ese querer dar para que aquello sea dado». La pieza requiere de un grado de atención determinado, su observación depende de la disposición que el espectador tenga para darse a ella.
Su título, Do, remite a una anécdota desarrollada en dos tiempos. Cuando era pequeña, Violeta tocaba el piano. Un día, sentada frente a este, tomó su dedo índice y tocó la nota do, y no dejo de presionar la tecla hasta que el sonido se hubo agotado. Por primera vez, sintió que no estaba tocando, sino escuchando. Años más tarde, mientras terminaba de cerrar el bar en el que trabajaba, una amiga que la esperaba sentada sobre unas cajas le pidió que tocará algo, y ella volvió a agotar un do. Primero, descubrió la escucha; después, la posibilidad de una escucha compartida. Una actitud, un estar atento al mundo circundante, a aquello que por corriente parece prescindible, que atraviesa Do pero también el resto de la obra de la artista.
Así, en su mínima materialidad, Do es capaz de afectarlo todo, de alterar el espacio que ocupa, de modificar el sistema al que pertenece. El conocimiento de la existencia de Do en el espacio expositivo, además, predispone al espectador a entrar en un estado de atención determinado, afectando también, por lo tanto, a los cuerpos que van a su encuentro. Una vez divisada, Do se convierte en una nueva unidad con la que poder medir la realidad. Una vez percibida, es inevitable volver a buscarla, ante la posibilidad de su inminente desaparición.
Do, así como el resto de obras que componen la exposición A=A, B=B, puede visitarse hasta el 3 de marzo en la Fundació Antoni Tàpies (Barcelona).
+ info Fundació Antoni Tàpies
The first encounter of Pep Vidal, curator of A=A, B=B, with Do took place in the solo show that Violeta Mayoral presented at Half House between March and June last year. Suspended between the ceiling and the floor of the gallery was the mother piece that would give rise to the one currently on view at the Antoni Tàpies Foundation, forming part of that sort of scientific paper that, inspired by The New Vision of the World (1954), a bedside book and source of creative stimulus for Antoni Tàpies, Vidal has materialised in the form of an exhibition, with the aim of bringing together art and science from a poetic perspective.
The artist got to Do through intuition. First came colour and, later, form. At first, she visualised colours and in her studio she tried to emulate those around her, driven by a need to "camouflage everything". Groping, she combined coloured transparent papers and put them against the light until it made them practically disappear before her eyes. From there she moved on to the fabric, which she began to knot until she created a large braid. And it was by struggling with this that she found a thread and, by pulling on it, what would be the final shape of the piece. She painted the thread she had extracted, taking as a reference the colours that surrounded her, and it was at this point - also a turning point - that she realised that what she had been trying to do all this time had been to find a way of photographing in the absence of a photographic device. That is to say, to work in another way with the visual device and, more specifically, with what she calls the "pre-photographic fact": the affect that precedes the taking of an image.
Violeta was born in the desert and her gaze was brought up looking at distant landscapes. Over time, she realised that, in sustained vision, that which is shown in the distance becomes close, intimate, diluting the difference between the general plane and the foreground. The piece is not easily detected in space, it is made up of a cotton thread 0.17mm thick, little more than a hair; a calculation arrived at by analysing the diffraction pattern that results from shining two beams of light that cross each other at infinity onto the thread. The minimum, therefore, can be reached from its infinity, and the immensity, which reveals itself to be evident, then comes to be thought of as encompassable. And here there is a will to point out this immensity, to shift the attention towards it.
Do has and gives meaning to the space in which it is placed. The artist paints it in the space itself, taking as a reference the colouring of those objects and bodies that surround it, that accompany it. It is, in a way, a landscape painting, the capture of a piece of reality. The figure is revealed in its background and it is by surrounding and contrasting it with this that it becomes identifiable. Its observation inevitably results in a widening of the gaze: once again, the foreground becomes a general shot, or vice versa, and it is all a question of displacement, of focus. Once again, the gaze encounters the immensity of the desert.
There is in this minimal body in tension arranged in space much of the instantaneity inherent in the language of photography and of that "pre-photographic fact" mentioned above. It is the materialisation of an instant. Like the shutter of the photographic camera, Do condenses its surroundings, traps it in its corporeality: the piece paralyses and conjures up a determined space-time, generating a photograph detached from all representation. For Violeta, "in photography there is a giving of oneself to something" and "you have to be in that willingness to give in order for that to be given to you". The piece requires a certain degree of attention; its observation depends on the spectator's willingness to give himself to it.
Its title, Do, refers to an anecdote developed in two times. When she was a little girl, she used to play the piano. One day, sitting in front of it, she took her index finger and played the note C —Do in Spanish—, and did not stop pressing the key until the sound had exhausted itself. For the first time, she felt that she was not playing, but listening. Years later, as she was finishing closing the bar where she worked, a friend who was waiting for her sitting on some boxes asked her to play something, and she played a C again. First, she discovered listening; then, the possibility of a shared listening. An attitude, an attentiveness to the surrounding world, to that which as it is customary seems dispensable, which runs through Do but also through the rest of Violeta Mayoral's work.
Thus, in its minimal materiality, Do is capable of affecting everything, of altering the space it occupies, of modifying the system to which it belongs. The knowledge of the existence of Do in the exhibition space, moreover, predisposes the spectator to enter into a certain state of attention, thus also affecting the bodies that encounter it. Once it is seen, Do becomes a new unit with which to measure reality. Once perceived, it is inevitable to return to search for it, faced with the possibility of its imminent disappearance.
Do, as well as the rest of the works that make up the exhibition A=A, B=B, can be visited until the 3rd of March at the Antoni Tàpies Foundation (Barcelona).
+ info Antoni Tàpies Foundation
La primera trobada de Pep Vidal, curador de A=A, B=B, amb Do es va produir en la mostra individual que Violeta Mayoral presentava en Half House entre març i juny de l'any passat. Suspesa entre el sostre i el sòl de la galeria es trobava la peça mare que donaria lloc a la que actualment pot visitar-se en la Fundació Antoni Tàpies, formant part d'aquesta sort de paper científic que, inspirat en La nova visió del món (1954), llibre de capçalera i font d'estímul creatiu per a Antoni Tàpies, Vidal ha materialitzat en forma d'exposició, amb la voluntat de conjuminar art i ciència des d'una perspectiva poètica.
A Do arriba l'artista des de la intuïció. Primer va arribar el color i, més endavant, la forma. Al principi, visualitzava colors i en el seu estudi va tractar d’emular aquells que l'envoltaven, moguda per una necessitat de «camuflar-ho tot». A les palpentes, va combinar papers transparents acolorits i els va posar a contrallum fins que aquesta els va fer pràcticament desaparèixer davant els seus ulls. D'aquí va passar a la tela, que va començar a nuar fins a crear una trena de grans dimensions. I va ser forcejant amb aquesta que va donar amb un fil i, en estirar d'ell, amb la que seria la forma definitiva de la peça. Va pintar el fil que havia extret, prenent com a referència els colors que l'envoltaven, i va ser arribat aquest punt—també d'inflexió— en el qual es va adonar que el que havia estat tractant de fer tot aquest temps havia estat trobar el mode de fotografiar en absència d'un dispositiu fotogràfic. És a dir, de treballar d'una altra manera el dispositiu visual i, més específicament, allò que ella denomina el «fet prefotogràfic»: l'afecte que precedeix a la presa d'una imatge.
Violeta va néixer en el desert i la seva mirada es va educar mirant paisatges llunyans. Amb el temps, va caure en el compte que, en la visió sostinguda, allò que es mostra en la distància es converteix en pròxim, en íntim, diluint-se la diferència entre pla general i primer pla. La peça no es detecta amb facilitat en l'espai, està conformada per un fil de cotó de 0,17mm de gruix, poc més que un cabell; càlcul al qual s'arriba a través de l'anàlisi del patró de difracció que resulta de fer incidir sobre el fil dos feixos de llum que es creuen en el seu infinit. Al mínim, per tant, pot arribar-se des de la seva infinitud, i la immensitat, que es revela evident, llavors, arriba a pensar-se abastable. I hi ha aquí una voluntat d'assenyalar aquesta immensitat, de desplaçar l'atenció cap a ella.
Do té i dona sentit a l'espai que l'acull. L'artista la pinta en el propi espai, prenent com a referència la coloració d'aquells objectes i cossos que l'envolten, que l'acompanyen. És, d'algun mode, una pintura de paisatge, la captura d'un tros de realitat. La figura es revela en el seu fons i és envoltant-la i contrastant-la amb aquest que es torna identificable. La seva observació resulta, inevitablement, en una ampliació de la mirada: de nou, el primer pla es converteix en pla general, o viceversa, i tot és una qüestió de desplaçament, d'enfocament. De nou, la mirada es troba amb la immensitat del desert.
Hi ha en aquest cos mínim en tensió disposat en l'espai molt de la instantaneïtat inherent al llenguatge fotogràfic i d'aquest «fet prefotogràfic» abans esmentat. Es tracta de la materialització d'un instant. Com l'obturador de la càmera fotogràfica, Do condensa el seu entorn, l'atrapa en la seva corporalitat: la peça paralitza i conjura un espaitemps determinat generant una fotografia despresa de tota representació. Per a Violeta, «en la fotografia hi ha un donar-se a alguna cosa» i «hi ha un estar en aquest voler donar perquè allò sigui donat». La peça requereix d'un grau d'atenció determinat, la seva observació depèn de la disposició que l'espectador tingui per a donar-se a ella.
El seu títol, Do, remet a una anècdota desenvolupada en dos temps. Quan era petita, Violeta tocava el piano. Un dia, asseguda enfront d'aquest, va prendre el seu dit índex i va tocar la nota do, i no va deixar de pressionar la tecla fins que el so es va haver esgotat. Per primera vegada, va sentir que no estava tocant, sinó escoltant. Anys més tard, mentre acabava de tancar el bar en què treballava, una amiga que l'esperava asseguda sobre unes caixes li va demanar que tocarà alguna cosa, i ella va tornar a esgotar un do. Primer, va descobrir l'escolta; després, la possibilitat d'una escolta compartida. Una actitud, un estar atent al món circumdant, a allò que per corrent sembla prescindible, que travessa Do però també la resta de l'obra de l'artista.
Així, en la seva mínima materialitat, Do és capaç d'afectar-ho tot, d'alterar l'espai que ocupa, de modificar el sistema al qual pertany. El coneixement de l'existència de Do en l'espai expositiu, a més, predisposa a l'espectador a entrar en un estat d'atenció determinat, afectant també, per tant, als cossos que van al seu encontre. Una vegada albirada, Do es converteix en una nova unitat amb la qual poder mesurar la realitat. Una vegada percebuda, és inevitable tornar a buscar-la, davant la possibilitat de la seva imminent desaparició.
Do, així com la resta d'obres que componen l'exposició A=A, B=B, pot visitar-se fins al 3 de març en la Fundació Antoni Tàpies (Barcelona).
+ info Fundació Antoni Tàpies