MARC LARRÉ 1 + 1 = 3 26.09 - 7.11.2018
En su primera exposición en la galería etHALL, Marc Larré ha trabajado sobre tres ejes-capas-gestualidades distintas que estructuran el contenido
y el continente de la exposición. La primera es una intervención en el espacio de la galería que podríamos definir como una especie
de derrumbamiento. Durante los siete años de funcionamiento de la galería en el local de la calle Joaquín Costa, el espacio expositivo ha estado condicionado por la existencia de una pared-muro medianera que ha dividido el espacio en dos mitades. Para esta exposición, el plano vertical
de la pared ha descendido para ocupar el plano horizontal del suelo de la galería. Este pliegue o incisión en el espacio responde a un motivo recurrente en el trabajo del artista, el conflicto entre verticalidad y horizontalidad y como ésta estructura lo de dentro y lo de fuera, mundo
y subjetividad. Podríamos entender el gesto como un acercamiento, un contacto entre dos superficies que anteriormente permanecían separadas
por una perpendicular (si lo queremos decir de forma poética: pared y suelo se besan).
Este primer eje-intervención vertebra la colocación de las piezas en la exposición. La pared funciona de plataforma donde colocar lo que sería
el segundo eje. Esta vez la escala se reduce a una serie de piezas realizadas en barro. El barro está hecho de partículas que provienen de la erosión
de una roca (lo duro) por las fuerzas del viento, de la lluvia, por los cambios de temperatura. En él están el glaciar y el volcán y el agua, pero también están los restos humanos, prácticas olvidadas, supersticiones. Conjuga tal cantidad de campos semánticos que se podría decir que abarca la totalidad de lo existente, o que el mundo se resume en un bola de barro. Cada una de estas piezas que vemos encima de la plataforma es el resultado
de un contacto o colisión entre la superficie del barro y el patrimonio cultural y material de la ciudad de Barcelona, sus edificios, sus paredes,
el suelo; de nuevo un juego de relaciones entre lo simbólico y lo real. Lugares más o menos icónicos mordiendo el polvo, colisionando; volúmenes cargados de virtualidad física.
El tercer eje, son un conjunto de piezas en papel que exploran la cuestión del índice, ya presente en las piezas realizadas en barro pero llevado
en este caso a un estado de paroxismo. El índice en este caso es el dedo, presionando cada centímetro cuadrado de una superficie de papel hasta
que lo que hay debajo, aparece, queda grabado en su superficie. La escala esta vez se reduce al nivel de lo infraleve, lo imperceptible, el rastro
que ha dejado la huella en la superficie del papel es apenas perceptible. Un mosaico de Pompeya, un megalito en un mantel desechable
de un bar cualquiera, líquenes confundiéndose con una trama producida industrialmente, la sonrisa de un cráneo humano en una servilleta de papel.
Los tres ejes son el esqueleto, la carne y la piel de esta exposición.
y el continente de la exposición. La primera es una intervención en el espacio de la galería que podríamos definir como una especie
de derrumbamiento. Durante los siete años de funcionamiento de la galería en el local de la calle Joaquín Costa, el espacio expositivo ha estado condicionado por la existencia de una pared-muro medianera que ha dividido el espacio en dos mitades. Para esta exposición, el plano vertical
de la pared ha descendido para ocupar el plano horizontal del suelo de la galería. Este pliegue o incisión en el espacio responde a un motivo recurrente en el trabajo del artista, el conflicto entre verticalidad y horizontalidad y como ésta estructura lo de dentro y lo de fuera, mundo
y subjetividad. Podríamos entender el gesto como un acercamiento, un contacto entre dos superficies que anteriormente permanecían separadas
por una perpendicular (si lo queremos decir de forma poética: pared y suelo se besan).
Este primer eje-intervención vertebra la colocación de las piezas en la exposición. La pared funciona de plataforma donde colocar lo que sería
el segundo eje. Esta vez la escala se reduce a una serie de piezas realizadas en barro. El barro está hecho de partículas que provienen de la erosión
de una roca (lo duro) por las fuerzas del viento, de la lluvia, por los cambios de temperatura. En él están el glaciar y el volcán y el agua, pero también están los restos humanos, prácticas olvidadas, supersticiones. Conjuga tal cantidad de campos semánticos que se podría decir que abarca la totalidad de lo existente, o que el mundo se resume en un bola de barro. Cada una de estas piezas que vemos encima de la plataforma es el resultado
de un contacto o colisión entre la superficie del barro y el patrimonio cultural y material de la ciudad de Barcelona, sus edificios, sus paredes,
el suelo; de nuevo un juego de relaciones entre lo simbólico y lo real. Lugares más o menos icónicos mordiendo el polvo, colisionando; volúmenes cargados de virtualidad física.
El tercer eje, son un conjunto de piezas en papel que exploran la cuestión del índice, ya presente en las piezas realizadas en barro pero llevado
en este caso a un estado de paroxismo. El índice en este caso es el dedo, presionando cada centímetro cuadrado de una superficie de papel hasta
que lo que hay debajo, aparece, queda grabado en su superficie. La escala esta vez se reduce al nivel de lo infraleve, lo imperceptible, el rastro
que ha dejado la huella en la superficie del papel es apenas perceptible. Un mosaico de Pompeya, un megalito en un mantel desechable
de un bar cualquiera, líquenes confundiéndose con una trama producida industrialmente, la sonrisa de un cráneo humano en una servilleta de papel.
Los tres ejes son el esqueleto, la carne y la piel de esta exposición.
In his debut exhibition at etHALL Gallery, Marc Larré has worked on three different axes. The first axis structures the placement of the pieces
in the exhibition and it is an intervention in the gallery’s space that could be defined as a “collapse”. During the 7 years of operation in the premises of the Joaquim Costa Street gallery, the exhibition space has been conditioned by the existence of a wall that divides the space into two.
For this exhibition, the vertical plane of the wall ‘descended’ to occupy the horizontal plane of the floor. This fold or incision into space is a recurring theme in Marc Larré’s work: the conflict between verticality and horizontality and how it structures the inside and outside, the world and subjectivity. The gesture could be understood as a contact between two surfaces that previously remained separated by a right angle. To say it more poetically:
the wall and the floor kiss each other.
The horizontal wall works as a platform to place what would be the second axis of this exhibition. This time the scale is reduced to a series of pieces made of clay. Mud is a material made of particles that come from the erosion of rocks by the forces of the wind, rain, and the changes in temperature. In mud there are remains of glaciers, volcanoes, water, and there are also human remains, forgotten practices, superstitions. Mud brings to mind
so many semantic fields that one could say that it encompasses the totality of what exists, or that the world could be summarized in a clay ball.
Each one of the pieces is the result of a contact or collision between the surface of the clay and the cultural and material heritage of the city
of Barcelona with its buildings, walls, and grounds. In a game of relations between the symbolic and the real, more or less iconic places collide,
‘bite the dust,’ volumes are loaded with physical virtuality.
The third axis of the exhibition includes pieces on paper that explore the question of the index already present in the clay pieces, but in this case
it is brought to a state of paroxysm. The index is the finger, pressing every square centimeter of a paper surface until what is below appears engraved on its surface as it is. The scale this time is reduced to the level of the infra-mince (Duchamp), the imperceptible. The trace that has left the mark
on the surface of the paper is barely perceptible. A mosaic of Pompeii covered with volcanic stone, a megalith on a disposable tablecloth, lichens merging with an industrially produced pattern, the smile of a human skull on a paper napkin.
The three axes are the skeleton, the flesh and the skin of this exhibition.